Investigación, Testimonios

MANUEL DE LA CALLE CAMAS

4 Nov , 2025  

AMARO DE LA CALLE GARCÍA busca el cuerpo de su abuelo paterno, MANUEL DE LA CALLE CAMAS.

“En mi casa nunca se había hablado de mi abuelo. Mi padre no hablaba de ellos. Mis hermanos mayores decían que era anarquista, pero nunca se definió qué le ocurrió al abuelo”, relata Amaro de la Calle García (1963, Jerez). Cuenta que su padre Antonio de la Calle Piñero visitaba constantemente a sus tías, que fueron quienes lo criaron a él y a sus cinco hermanos. Ya que su abuela fallece en 1934, y a su abuelo lo fusilan en el verano del 36. “Fue en una de las visitas a mis tías, cuando una prima suya le pregunta: ‘Titi, ¿Qué le pasó a tu padre?’. Ahí fue cuando vi a mi padre explosionar y llorar como jamás lo había visto”, confiesa. Su abuelo fue detenido, encarcelado y tras el levantamiento del 18 de julio, se convirtió en un topo.“

“Él iba a huir. Mi abuelo era sindicalista de la CNT, registraron su casa y encontraron libros contra la dictadura de Primo de Rivera. Blanco y en botella”, narra. No obstante, en el momento del alzamiento del bando militar, sus tías le insistieron: “Tus hijos ya se han quedado sin madre, ¿los vas a dejar sin padre?”.

Fue así como Manuel de la Calle Camas se convirtió en un topo, escondido en un zulo de la azotea de la casa de las mozas, vecinas puerta por puerta de la calle Empedrada. “Creo que estuvo unos dos meses escondido. Desde julio a septiembre”, puntualiza Amaro. ¿Cómo lo descubrieron? ¿Quién se chivó? Al parecer, su abuelo, por las noches, salía de su escondite a fumar en la azotea. “Entonces claro, las mozas eran solteras. ¿Un hombre con las mozas? No cuadraba. Fue el vecino de enfrente, un guardia, quien lo chivateó, y lo cogieron”.

Se lo llevaron al cuartel de la Guardia Civil y de ahí salió “para que lo fusilaran”. Sus hermanas y su madre acudían al cuartel para pedir que lo soltaran; y los vecinos les pedían que se fueran: “Mira que vayan a ir ustedes también para dentro”. “Eso sí me lo contó mi tía abuela. Me dijo que lo habían fusilado en el Teatro Eslava. Y que Manuel había ido a la fosa común, al hoyo, ellos lo denominaban el hoyo. Manuel había ido al hoyo”, comparte.“

Sé que mi abuelo Manuel escribió sus últimas voluntades, pero nunca se supo dónde se encontraban. Mi tía abuela Pepa fue al que se hizo cargo de su madre, de los niños de mi abuelo… Y fue ella quien custodiaba ese papel. Pero lo tenía muy callado. Al morir Pepa, le entregaron las pertenencias a mi tía y fue ahí cuando se dieron cuenta de que había un papelito en un plástico guardado, y cuando lo abrieron eran las voluntades de mi abuelo”.

“Anoche os escuché. Echo de menos mi colchón. Me han rapado y me han quitado el bigote, pero eso no me molesta. Me han dado aceite de ricino. Lo que vaya a pasar, va a ocurrir esta noche. Y me despido de vosotros. Darles recuerdos a mis vecinos, Madre, un beso. Beso a mis hijos”, recuerda Amaro a la perfección. Hace una pequeña pausa y termina: “Difícil”.

Conocer la historia de su abuelo Manuel, le hizo comprender muchas cosas de su padre Antonio. “Él tenía 13 años cuando se queda huérfano. Mi padre tuvo una vida dura, él era el mayor, el más consciente. Mi padre era una persona que le costaba conciliar el sueño. Y ahora lo entiendo. Lo entiendo perfectamente”, dice compungido. Recuerda que su padre le decía que en la posguerra se había comido cáscaras de plátano, algarroba… “Y claro, nos echaba la bronca cuando dejábamos comida. Él no podía admitir que desperdiciáramos la comida tan apreciada que él había echado en falta”, lamenta.

Teniendo presente a su padre y queriendo hacer memoria de su abuelo, Amaro conoce a la Asociación de Memoria Histórica de Jerez, de la que hoy es presidente, durante unas jornadas. “Allí veo en una urna de cristal la libreta de Sánchez Barrio (‘El abuelo viruta’), y estaba abierta por la página donde aparecía el nombre de mi abuelo. Eso me impresionó tanto…”, que le animó a involucrarse desde las tripas para recabar información de su abuelo Manuel de la Calle, y encontrar sus restos.

“Difícil. Lo hemos intentado, pero creemos que el cementerio de Jerez fue salvajemente desmantelado, debido a la construcción de los bloques de las Torres de Córdoba. Hicieron una barbaridad. Nadie sabía, o si lo sabían, lo ocultaron, ¿no? Porque el desmantelamiento del cementerio de Santo Domingo no se hizo bien”, rechaza. “No hemos encontrado sus restos, pero la dignidad de buscarlo también recompensa”. Para Amaro, este proceso de búsqueda se resume en: lucha, gratitud y comprensión. “Yo digo que soy la voz de mi padre, que callaron, y la de mi abuelo, que mataron”, sentencia.

¿Se hablaba de Manuel en casa? No, mi padre no hablaba de su padre ni de su madre. Mi padre mostraba cariño hacia sus hijos, pero no mostraba ese sentimiento de sus padres. No, nunca lo llegué a ver, simplemente en aquella vez que me marcó cuando se lo contó a su prima lo que le pasó.

Por lo que yo he analizado, que Manuel era una buena persona. Lo decían sus hermanas y lo decía su propio testamento último, sus últimas voluntades. Es de buena persona, sabiendo que te van a matar acordarse de sus vecinos y darles recuerdos, darles gracias.

Yo creo que Manuel era una persona solidaria, comprometida. ¿Alguna vez? No, pero yo creo que Manuel era un líder. Manuel procedía porque sus padres eran agricultores.

Mi abuela era hija de agricultores. Es posible que la conociera en aquellas campañas de recogida. Y Manuel es posible que estuviera en las revueltas aquellas, era un líder.

Buena persona, sí, tenía amistades con republicanos. Tanto con este hombre que era médico, Fermín Aranda. Como pudo conocer a otros republicanos de la provincia, Ramón de Cala.

No hubo sentencia ninguna, ni hubo juicio. Fue cogerlo y quitarlo del medio. Fue fusilado en el cine Teatro Eslava.

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