
“De buenas a primera, mi abuela Ana se ve en la calle con cuatro hijos. Ellos vivían de alquiler, y el dueño decidió no renovarles. Imagínate el sufrimiento para ella, matan a su marido y de pronto verse abocada a la miseria y durmiendo con un colchón en la calle”, comparte Ángel Luis León Caballero (Jerez, 1959), quien denuncia el fusilamiento de su abuelo José Manuel León Rodríguez, popularmente conocido en Jerez como ‘El latero de la calle Francos’, así como todo lo que después ocurrió tras el asesinato de su abuelo paterno.

“Pero este tema se ha mantenido en absoluto silencio por el lógico miedo. En un absoluto, absoluto silencio”. Ángel no siempre conoció la historia de su abuelo José Manuel. “Yo me entero de algo por mi padre. Pero ya de mayor, cuando yo estaba casado y tenía a mis hijos. Ahí es cuando me entero de que mi abuelo fue uno de los represaliados aquí en Jerez y que además lo habían fusilado porque era masón, porque pertenecía a una de las dos logias de la masonería que había aquí en esa época”, relata Ángel.
“Recuerdo que mi padre me lo contó un día, por una foto que me enseñó de mi abuelo. No sé a dónde ha ido a parar esa foto… Fíjate. Estábamos en su piso, y me enseña la fotografía y me habla en voz bajita, muy bajita. En la imagen, mi abuelo estaba en el Parque Genovés de Cádiz, con una especie de signo de reconocimiento entre los masones: con el sombrero en una mano y la otra, en el pecho. Y entonces me dice: Mi padre era masón”.
Natural de Rota, José Manuel León Rodríguez, más allá de tener un taller de hojalatería en la calle Francos (en Jerez de la Frontera) era “como el conserje o portero” del local donde se celebraban las reuniones de la logia. “Ignoro si estaba implicado en política, pero parece ser que el motivo de su fusilamiento fue ese”, detalla.
“Con los pocos datos que tengo, sé que vienen a buscarlo los soldados del cuartel del Tempul. Y a partir de ahí, desapareció”, apunta Ángel. Tras quedarse sin marido, su abuela Ana y sus hijos: José Luis, Francisco, Rafael y Enrique, se fueron a la Sierra de San Cristóbal, “poco a poco fueron saliendo adelante”. Y Ángel, poco a poco ha ido reuniendo retazos: “como por ejemplo, que mi tío el pequeño, con muy corta edad, trabajó cuidando cochinos”. Después la familia regresó al centro de Jerez, “y mi padre, que era el mayor, se colocó en otro taller, que era de mi abuelo por parte de mi madre; un taller de fontanería y hojalatería en la calle Caracol. “Ahí empezaron a recuperarse, si es que alguna vez se pudieron recuperar de todo esto, ¿no?”.
Su padre, José Luis, y el resto de sus tíos, empezaron a trabajar desde muy jóvenes. “Yo recuerdo de pequeño, quedarme al cuidado de mi abuela Ana. Y claro, yo estaba recibiendo en el colegio la educación franquista que recibíamos en las escuelas. Yo no tenía conciencia de nada y yo estaba con mis muñequitos jugando en el suelo y de buenas a primera me pongo a cantar el ‘Cara al sol’, porque eso es lo que nos enseñaban en el colegio. Y mi abuela, decirme: Hijo, calla, calla. No cantes eso. Hijo, no cantes eso”, rememora. “Pero hablar de su marido José Manuel, nada”.
Ángel recuerda a su abuela como una mujer muy sufrida, siempre vestida de luto y con el pelo recogido en un rohete. “En muy poquitas ocasiones la escuché reírse”. Tras la desaparición de José Manuel, su familia sepultó su nombre, su presencia, su recuerdo. “Mi familia sufrió un mutismo absoluto sobre esta cuestión”.
Quizá por ese silencio y por ese despertar repentino de su padre José Luis, ante la foto de su padre José Manuel, Ángel decidió continuar rascando en la historia de sus antepresentes, es decir, en su propia historia. “Cuando me entero de que en nuestro país se están empezando a destapar fosas y a recuperar los restos… a mí se me removió algo interiormente. Entonces decidí que tenía que empezar a preguntar”. Fue ahí cuando se encuentra con la Asociación de Memoria Histórica de Jerez: “Quedé con un par de personas en el centro para tomar café y lo único que me comentaron es que aquí el tema estaba muy complicado”.
Los familiares, vuelven a tropezarse con el mismo problema: la falta de miramiento a la hora de remover la tierra en Jerez de la Frontera. “El antiguo cementerio estaba en lo que es ahora el barrio de las Torres de Córdoba. Y me han comentado que antes de que se construyera, literalmente se veían huesos esparcidos, tirados por el suelo”, señala Ángel, a lo que añade: “Lo que no sabía; que de eso me enteré después por parte de mi tío Enrique, el menor, es que él me dijo con mucha rotundidad: Mi padre está en la Trocha del Puerto”. Lo lanza como dato. Como pequeña pesquisa que va hilando con el paso de los años. Ángel continúa indagando, preguntando y buceando en internet. Incluso un día introdujo el nombre de su abuelo en la web ‘Todos los nombres’ y lo encontró, pero no por José Manuel León Rodríguez, sino como ‘El latero de la calle Francos’.
Para él, todo la investigación que está llevando a cabo significa emoción. “De hecho ahora os estoy hablando y, no sé, me estoy emocionando, pero muchísimo porque… no sé, para mí esa imagen de mi abuela yendo de la mano de mi tío pequeño al cuartel del Tempul a preguntar por su marido, no sé, la tengo metida en el alma”, expresa compungido.
Creo que nadie, nadie, nadie tiene derecho a infligir este dolor a nadie y más por una cuestión política. Pero en fin, eran los años que eran y era la situación que había. Pero a mí particularmente, sobre todo lo que siento es emoción, mucha emoción y creo que tanto mi abuelo como mi familia tenemos derecho a que se recuperen sus restos y se les dé un entierro digno. Creo que tenemos completo derecho a ello”, apostilla.

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