Investigación, Testimonios

JERÓNIMO BAREA CASTILLO

16 Nov , 2025  

JOAQUÍN VERGEL BAREA Busca el cuerpo de su tío abuelo materno, JERÓNIMO BAREA CASTILLO.

Joaquín Vergel Barea

Conozco la historia de mi tío abuelo Jerónimo porque mi abuelo Joaquín, que debería de haber sido mi padrino, no aparecía en las fotos que teníamos de mi bautizo. Al principio era muy reacio a contarlo, pero un día le pregunté a mi abuelo y me dijo que él no entraba en las iglesias porque los curas habían matado a su hermano”. Así comienza a narrar Joaquín Vergel Barea (1962, Jerez), la historia de su tío abuelo materno, Jerónimo Barea Castillo.

¿Qué le pasó a Jeromo? (como lo conocían sus seres queridos). Tras el alzamiento militar del 18 de julio de 1936, Jerónimo supo que iban a ir a por él. “Él trabajaba en el campo, y suponemos que perteneció a algún sindicato, la CNT, UGT… No sabemos muy bien”, detalla su sobrino nieto, quien continúa: “Así que mi abuelo Joaquín levantó una segunda pared en la alacena que tenían en la casa, con cierta profundidad. Y allí lo emparedaron. Pero no estuvo mucho tiempo, entre unos 15 ó 20 días”.

Hasta que aparece un cura delante de la casa, en el número 5 de la calle Rendona. “Fue el cura que por aquel entonces estaba en la Iglesida de la Victoria, y es él quien señala dónde estaba mi tío abuelo”, concreta Joaquín. “No sé si apareció con la Guardia Civil, con la milicia…”. Los soldados ya habían registrado la casa semanas antes, pero el cura se presentó en su casa de vecinos e indicó el sitio exacto donde se escondía Jeromo.

“Mi abuelo me contó que se lo llevaron a la plaza de toros, que intentaron entrar para salvar a su hermano; pero que allí había muchísima gente amontonada intentando hacer lo mismo con sus familiares detenidos”. Y desde entonces, no supieron nada más de Jeromo. “Los que estuvieron ahí en la plaza de toros, según me contó mi abuelo, los ponían en la tapia y los disparaban. Ni juicio ni nada…”. Y tras el disparo, llegó el silencio.

“No se hablaba de él por el miedo. En casa solo se decía que lo mataron en la guerra. Y mi abuelo me contó que el tío se metió en cosas que no debía. Había mucho miedo, y eso sí lo he vivido yo”, confiesa. “Mi familia paterna, eran de la bodega Domecq, y lo primero que te encontrabas al llegar era el cura, tenías que pasar la entrevista con el cura, antes de entrar a la bodega. Así que más vale que lo que hubiese ocurrido, se hubiese callado, ¿no?”.

Desde que fusilaron a Jeromo, su abuelo Joaquín no volvió a pisar un templo católico: “Cuando se casó una de mis tías, él debía de haber sido el padrino y no consintió entrar en la iglesia. Ni siquiera en el momento en que fallece mi abuela, en los años 90”.

Joaquín decide buscar el cuerpo de su tío abuelo, por una cuestión de dignidad y justicia, pero no de reparación, “porque esto ocurrió y es imposible reparar algo que ya se cometió. Ocurrió así y ya”. Fue también una búsqueda que nace de la curiosidad. “Yo quería saber mis orígenes, de dónde vengo, quién era uno, quién era otro. Y buscando en la genealogía, hay un momento que parece que mi tío abuelo quería que yo mismo lo encontrara, ¿no? Parece que me decía, oye, que yo también estaba aquí”.

Además, siempre tiene presente a su madre, sobrina de Jeremo. “Yo creo que mi madre, a sus 84 años de edad, está contenta de que estemos intentando encontrar los restos de su tío. A ella le gustaría que su tío Jeromo estuviese en un camposanto, en un sitio descansando en paz, ya para siempre junto a los restos de la familia”, comparte.

Se dice que quien no conoce su historia, está condenado a repetirla. Quizá es una de las sentencias que remueven a Joaquín a excavar en la tierra de la historia de su familia. “Yo creo que es importante recoger estos testimonios; que se cuente esta historia, porque durante muchos años estuvo silenciada y callada. Y olvidada por ese miedo”, dice Joaquín, a lo que añade: “Mi sobrino más pequeño tiene 8 años, y yo le hablo muchísimo de todo esto, para que si el día de mañana me pasara algo a mí, él también pueda contar, y no callar: Mi tío es el que estaba aquí, siempre nos cuidaba, nos llevaba, hablaba con nosotros, nos contaba historias, sobre todo historias de la familia…”.

“Sería muy bonito que todo el mundo pudiera estar tranquilo allá. Esto es lo que pasó. Aquí están sus huesos. Ahora ya está enterrado. Y esta es su historia. Lo que sabemos de su historia. Lo que nos han dejado saber de su historia”, finaliza.

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