Investigación, Testimonios

VICENTE CASTILLA FLORES

16 Nov , 2025  

JOSÉ CASTILLA FERNÁNDEZ Busca el cuerpo de su abuelo paterno, VICENTE CASTILLA FLORES.

José Castilla Fernández

“Papá, yo quiero ver al abuelo. Y un día, me dijo: Pepito, hijo, vamos a ir a ver al abuelo. Y me llevó al cementerio viejo, en la calle Santo Domingo, antes de llegar a la plaza del Caballo. Me dijo, mira: Ahí está tu abuelo. Y me señaló la fosa común, donde se veían los cadáveres amontonados”, relata José Castilla Fernández (Jerez, 1955), nieto del fusilado Vicente Castilla Flores en el verano de 1936, tras el alzamiento del bando sublevado. “Ese momento lo sufrí mucho. Me impactó. Y yo creo que ahí ya se me quedó. Le fui dando vueltas y…”, añade emocionado.

Décadas después, en los primeros años de democracia, José vio en el periódico impreso de La Voz del Sur una portada donde informaban que el entonces alcalde, Pedro Pacheco, había decidido exhumar los cuerpos del antiguo cementerio de Jerez de la Frontera, para construir bloques de pisos; lo que hoy son las Torres de Córdoba. “En la imagen salía un primer plano de las calaveras que se llevaba un
camión. Se veían los cadáveres que estaban limpiando para construir, y sin miramiento alguno, los sacaron de allí”, asegura José. Si bien en su niñez su padre le mostró dónde se ubicaba el cuerpo de su abuelo paterno, en la actualidad, desconoce dónde se encuentran los restos de Vicente Castilla Flores.

—¿Por qué decides buscar a tu abuelo?
— Porque eso era algo que veía que tenía que hacerlo. Tenía que hacerlo por… Yo qué sé, por humanidad, ¿no? No por venganza, sino por un reconocimiento.

José tuvo curiosidad por conocer a su abuelo desde que era un crío. No obstante, no reconstruyó la memoria de Vicente hasta hace poco más de un año, gracias a la investigación de su hija, María Castilla Dueñas.

“Ella estudió Historia en la UCA, y allí le mandaron a hacer un trabajo sobre la invasión de las tropas franquistas. Entonces se fue a la Biblioteca de Jerez a buscar información… Y allí apareció el nombre de Vicente Castilla. Y me dijo: Papá, qué casualidad que hay una persona que se llama como el abuelo. Y le dije: Pues posiblemente sea el abuelo”, cuenta José. Así fue como su hija emprendió un arduo estudio sobre la figura y memoria de su bisabuelo.

Vicente Castilla Fernández fue tonelero en la Bodega Paz Varela, además de teniente de alcalde de Jerez de la Frontera durante la Segunda República, como concejal de Fiestas, y estaba afiliado al sindicato Unión Republicana. Cuando estalló el Golpe, el 18 de julio del 36, en el pueblo empezó a correrse la voz de que iban a ir a por ellos. “Pero él era muy tranquilo, como yo, y dijo: Yo no he hecho nada, a mí no tienen por qué detenerme, ni nada”, señala José. Así que Vicente se marchó a su casa, la famosa ‘Casa de las Columnas’ (hoy la Casa de la Mujer, calle Liebre, 23) en el barrio de San Mateo, a la hora de la comida. Y allí tranquilo, almorzando, fueron a verle dos milicianos para aprehenderle.

Vicente Castilla Flores

“No preocuparse, que yo no he hecho nada. Yo todo lo que he hecho es por el bien de la ciudad. Y no tienen por qué hacerme nada”, intentó tranquilizar Vicente a su mujer y a sus hijos. Estuvo encarcelado dos meses en el Alcázar de Jerez, hasta que un día —un fatídico día—, le dijeron a su mujer, Carmen Corrales: “Su marido esta noche ha ido de paseo”. Que antiguamente era el eufemismo de que lo habían fusilado en una cuneta.

“Parece mentira, que yo sin haberlo conocido, parece que… Es que no se puede evitar. Es mi sangre…”, comparte José compungido, tras recordar a su abuelo y a su padre, que ambos fallecieron muy jóvenes, casi a la misma edad. Vicente y Carmela tuvieron tres hijos: Carmela, Charo y Juan, el pequeño, y padre de José. En el número 23 de la calle Liebre, José recuerda que se crió entre mujeres. “Mi madre se quedó viuda. Se quedó con muy poca pensión… Y entonces mi abuela, que vivía en la Sagrada Familia, le dijo: venirse para acá porque no tenéis para vivir”, cuenta.

Las mujeres sacaron adelante a la familia, entre delantales, uñas y mucho coraje; pero en casa, no se volvió a mentar a Vicente. “Mis tías se hacían la loca. Me contaban los momentos trágicos, pero nada más. La noticia de mi abuelo me la fueron dando muy lentamente, y yo iba haciendo conjeturas, pero ya está”, confiesa José. Es curioso que tuvo que llegar otra mujer, su hija María, para desenterrar toda esta historia familiar, y honrar la vida de su bisabuelo Vicente.

José, sin conocer a sus antepasados, cree con mucha fe que ha sacado la personalidad de su abuelo Vicente. “Yo también soy muy tranquilo, como me han dicho que era él. Y bueno, trabajando como litógrafo, durante la dictatura también vinieron para meterme en la cárcel”, apunta, a lo que continúa: “Todas las octavillas que se repartían en Jerez las hacía yo, y yo estaba en el sindicato USO, y todo lo que salía de huelgas, de protestas… todo lo hacía yo. A mí me tenían los empresarios… Yo he echado muchas horas, pues bueno, por mi sangre, por mi familia, por mi abuelo…”.

—¿Y por quién lo haces?
—Bueno, yo creo que por justicia, por que investiguen todo lo que hicieron estos señores y y que tengan, bueno, un reconocimiento a nivel nacional. Tengo que luchar por nuestros muertos, que se aclare todo. Toda la verdad.
—¿Un sentimiento que resuma todo este proceso tuyo?
—Justicia, humanidad, cariño. Por amor.
—Amor.
—Acercamiento de alguna manera, porque es que no no tengo nada de él, no tengo nada de él. Gracias a José Sánchez Barrios, ‘El Abuelo Viruta’, mi hija encontró el nombre de mi abuelo en su libreta, ¿no? cuando le conocí, me abrazé a él como si fuera mi abuelo, y se lo dije, usted fue muy valiente.

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